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Historia del cuarto de baño II

Hoy seguimos con la clase de historía y nos toca saber sobre el bidé.

La historia del bidet se remonta a la época de las Cruzadas.
Se presume que fue inventado por los caballeros cruzados cuando volvían de Jerusalén. Aparentemente estaba diseñado para lavar los órganos genitales antes y después de tener relaciones sexuales, como método anticonceptivo.

Más tarde, durante la Revolución Francesa, este artefacto ya era un signo de refinamiento. Claro que en esa época se usaba sólo para lavar los bigotes y barbas. Napoleón era uno de sus adoradores y cuando murió le dejó el suyo, de color rojo, al rey de Roma, es decir, a su hijo. Inmediatamente, tener bidet se convirtió en el último grito de la moda entre la nobleza. La novedad prendió muy pronto entre la burguesía y, gracias a una gran campaña de salud pública, para fines de la Segunda Guerra Mundial, casi todos los hogares franceses tenían uno en su baño.
Para entonces, los parisinos se burlaban de los turistas ingleses que veían un bidet por primera vez y lo usaban para hacer pis, limpiarse los pies o lavar las medias.

Pero según Roger-Henri Guerrand, un historiador especializado en el lado “íntimo” de los franceses, muy pocos franceses realmente se molestaban en usarlo, por la fuerte influencia del catolicismo.

Aparentemente, muchos seguían las enseñanzas de San Francisco de Asís, que aconsejó a los cristianos permanecer sucios para así tener una idea del olor del infierno.

Recién en los ochenta, cuando se desvaneció la influencia de la religión, los franceses empezaron a bañarse. Pero para entonces el bidet ya era un objeto obsoleto. Según las encuestas, hoy menos de la mitad de los franceses cuenta con este artefacto. “Es la globalización”, dice Guerrand.

Quizá a eso se deba cierta fama de los franceses, pero los británicos les llevan la delantera (en fama, por lo menos): “En los últimos tres meses no me duché ni una vez y no siento ninguna necesidad”, dijo hace unos años Trevor Newton, presidente de la compañía de agua británica, durante la gran sequía que azotó a ese país en los noventa.
El anuncio sorprendió a los británicos, que consideran a la ducha un “invento continental” y se inclinan por el baño de inmersión una vez por semana.

En la actualidad se pueden encontrar modelos de lo más diversos e incluso incorporados en el inodoro.

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