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La velocidad a la que caminas podría predecir si vas a sufrir demencia

¿Eres de los que parece que va con prisa a todos sitios o, por el contrario, de aquellos que les pesan los pies? Aunque a simple vista sea una mera cuestión de personalidad, según un estudio neurológico, existe un vínculo entre la velocidad a la que caminamos y las posibilidades de sufrir demencia en edades avanzadas.

Según datos de la OMS, la demencia “es un síndrome que implica el deterioro de la memoria, el intelecto, el comportamiento y la capacidad para realizar actividades de la vida diaria, consecuencia normal del envejecimiento y que afecta a las personas mayores en su mayoría”. La organización indica que la padecen 50 millones de personas en el mundo entero, así como que el Alzheimer –la forma más común de demencia– representa entre un 60% y un 70% de los casos.

Cada paso cuenta

Cada paso cuenta

Para demostrar en el experimento que nuestros pasos tienen algo que decir sobre la salud de nuestro cerebro, se cronometró la velocidad de marcha de un total de 175 adultos mayores –de entre 70 a 79 años– que mostraban una buena salud menta y también presentaban exploraciones cerebrales normales al inicio del estudio. Este trabajo científico se llevó a cabo en el transcurso de 14 años, en los que se evaluó la velocidad al caminar de los participantes. Al finalizar, se les volvió a realizar la prueba de agudeza mental para observar su estado cerebral a través de un escáner.

Los investigadores concluyeron que un descenso progresivo de la velocidad de nuestra marcha durante un tiempo prolongado podría ser un indicio de deterioro cognitivo. Estos datos sugieren que los participantes de la investigación que redujeron su velocidad en 0,1 segundos más por año, presentaron un 47% más de probabilidades de desarrollar un declive mental, dado que experimentaron una contracción en el hipocampo derecho (asociada con el aprendizaje y la memoria).

Cada paso cuenta

Aunque parezca una diferencia irrisoria, el profesor asistente de epidemiología de la Universidad de Pittsburgh, Andrea Rosso, aseguró en un comunicado que una fracción de segundo es sutil pero de forma progresiva y a lo largo de catorce años o menos, se nota: “Puede que la abuela no sea tan lenta, podría ser un indicador temprano de algo más serio”, sentencia.

Aún así los científicos reconocen que no es suficiente como para diagnosticar un problema cognitivo –ya que una marcha lenta también puede estar causada por otro tipo de dolencias como debilidad muscular, dolor de rodilla y enfermedades como diabetes, enfermedad cardíaca e hipertensión–, no obstante, consideran que se debería tener en cuenta como un posible factor más dentro de las evaluaciones geriátricas a modo de prevención para poder frenar la progresión de la enfermedad a tiempo u ofrecer terapias tempranas.

 

Sin embargo, no es el único trabajo que llega a esta conclusión. Otra investigación de 2013, halló entre 93 adultos, de más de 70 años, que los que andaban lento tenían nueve veces más probabilidades de desarrollar deterioro cognitivo leve (no relacionado con la memoria) que aquellos que eran caminantes moderados o rápidos. Se midió la velocidad a la que andaban por sus casas durante 3 años a través de sensores de infrarrojos, así como se les realizaron con regularidad test de memoria y ejercicios mentales.

 

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